Inerte pero con los ojos abiertos.

¿Sabes? Todas las noches me acuesto preguntándome si te importo. La verdad no estoy segura, aunque hace cinco minutos confiaba en que si que lo hacías. Odio mis momentos bipolares, son extremadamente asquerosos. Sigo rayándome una y otra y hasta otra vez por ti, y eso no me gusta nada. Últimamente, cuando no estás, paso el tiempo tumbada en mi cama, pensando donde estarás, que estarás haciendo. Y no puedo evitar pensarlo, ¿y si estás con ella? No puedo parar de darle vueltas a ese tema, es algo que me machaca la cabeza. De vez en cuando se me escapa una lágrima, de esas que tú nunca verás, porque jamás me verás llorar, esa es la principal diferencia entre ella y yo. No me gusta ni verme llorar a mi misma, por eso, si tengo que llorar, prefiero llorar en la ducha, donde las lágrimas no se diferencian con las gotas de agua que van cayendo. No me gusta nada esta sensación, una sensación de abandono. Yo antes no era así. Pero es que no puedo más, no la aguanto. Joder, ¿no puedes limitarte a mirar y estarte calladita? Ya veo que no, porque desde un primer momento te entrometiste, me estas amargando chica y yo... yo tengo un límite y sinceramente ya creo que lo estás superando bonita. Pero tranquila, llegará el día en que me harte y lo mande todo al carajo, igual que lo hice la última vez, pero esta vez para siempre. Os lo aseguro.