Idiota, te quiero.

Aún no ha pasado ni una semana desde que te volví a ver y ya te echo de menos, volvemos a las andadas. Volvemos a eso de echar de menos, de los celos a la mínima y de las llamadas diarias de teléfono. Volvemos a eso que se llama quererse. Que ingenua fui al pensar que me había olvidado de ti, ¿enserio pude pensar eso? Que equivocada estaba... Tengo muchos defectos, muchísimos, y uno de ellos es no saber decir te quiero. No puedo decirlo aunque lo esté deseando con todas mis ganas, soy incapaz de decirte un te quiero a la cara, pero no por eso tienes que pensar que no lo hago. Tonto, ¡claro que te quiero! Solo que no lo digo, lo demuestro, porque, si no te quisiera no tendría miedo a que me volvieras a dejar sola, no te echaría de menos cada cinco minutos y no se me llenarían los ojos de lágrimas al pensar en ti, en que nos separan unos putos kilómetros que nos impiden estar juntos todos los días y demostrarte día a día cuando te quiero. Pero no puedo hacerlo, y eso me putea, no sabes cuanto. Cada vez que me voy, me entran unas ganas inmensas de darte un abrazo, un beso y decirte que te quiero, pero nunca lo hago. Siempre está esa sensación que me dice: ''No lo hagas, no''. Y no se porque siempre acabo haciéndole caso a esa intuición, cuando se perfectamente que te encantaría que pronunciara esas dos palabras. Igual que a mi me encanta que te rías de mis tonterías, que me hagas enfadar para que te eche cuenta, y que hagas que me sienta importante cuando estoy contigo. Te aseguro, que puedo estar ahí contigo día a día sin estarlo; solo con escuchar tu voz, ya me siento más cerca.